lunes, 18 de julio de 2011

Capitulo 1

Diario de Alberto Martínez.
15 de septiembre 2010, en el instituto.

Esta mañana se ha acabado la buena vida, esta mañana ha vuelto a empezar la rutina, esta mañana había instituto. 
Durante toda la mañana he tenido que soportar que los profesores nos repitieran una y otra vez que el bachiller no es una broma, que es una enseñanza voluntaria de la cual depende nuestro futuro. He tenido que aguantar presentaciones, miles de besos en todos lados y gente que se viste de forma extravagante solo por llamar la atención. Los compañeros prácticamente no han cambiado. En mi clase, 1º bachiller A (ciencias y tecnología) tan solo hay tres personas nuevas: un chico llamado Adrián y su hermano Sergio; y una chavala que se llama Ana a la que creo que voy a odiar de por vida, pues no paraba de tomar nota. Cuando la he visto no he podido evitar pensar: "¡Es empollona fijo!, y no creo que falle en mi predicción.

Aunque ha sido el primer día el horario ha sido intenso: de 8 a 3. Y cuando por fin se terminó el suplicio y me senté en el autobús que me llevaba a casa, ¿sabéis quién se ha sentado a mi lado? Sí, ella... Maldito destino.

Diario de Ana Ribelles
15 de septiembre 2010, en el instituto.

Hoy he empezado las clases en mi nuevo instituto, ahora estamos en Elche, una ciudad de Alicante. Papá no para de cambiar de trabajo y eso impide que yo haga amistades de esas de toda la vida, pero esta vez me ha prometido quedarnos aquí para siempre... Aunque eso ya lo hizo el año pasado.

Ha sido bastante agobiante hasta que encontré mi clase de 1º bachiller A (ciencias y tecnología), pues la gente estaba eufórica y no paraba de correr, gritar, y dar dos besos a todo el mundo. Una vez allí me he sentado en primera fila y he sacado apuntes para no perderme ni un solo dato, para apuntarlo todo. Como acostumbro a hacer. A la hora de las presentaciones, yo era una de las tres personas nuevas y he notado cierta tensión con la gente de allí de toda la vida. Sobretodo con un chico que me miraba con cara de odio, como si pensara que soy una empollona... Y en realidad, solo intento no perderme.

Después del largo día en aquel horrible instituto no me ha quedado más remedio que coger el autobús, pues andando no sé llegar y mi padre trabaja... ¿Y sabéis cuál era el único hueco libre? Sí, al lado de aquel tipo que me miro tremendamente mal...


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